Muchos de los sentimientos que experimentan las personas adictas son comunes a todas las edades: miedo, incertidumbre, dolor y frustración. Sin embargo, es probable que las formas de expresarlo varíen.
Últimamente, se observa con preocupación la falta de tolerancia a la frustración en niños y niñas. Las adicciones pueden prevenirse si desde pequeños los ayudamos a trabajar la paciencia, a ser más compasivos con ellos mismos, a tener mayor tolerancia al error y a saber esperar. En esta sociedad que nos educa haciéndonos creer que todo se consigue sin esfuerzo con un simple ‘click’, es importante predicar la calma y la perseverancia.
Entrenar la paciencia resulta fundamental, y esto implica saber esperar. Algo ausente en muchas personalidades propensas a desarrollar una adicción. La impulsividad es uno de los rasgos más destacados por especialistas a la hora de definir el perfil de personalidades vulnerables a desarrollar esta enfermedad. Estamos acostumbrados a hacer lo que nos da la gana sin límites.
Desde la perspectiva de salud colectiva y el abordaje integral, la prevención de las problemáticas asociadas al consumo implica la reconstrucción del lazo social, la restitución de derechos y el fortalecimiento de proyectos de vida insertos en una trama comunitaria.
La comunidad es de este modo sujeto (y no objeto) de prevención. Y la prevención se entiende como el “conjunto de esfuerzos que una comunidad pone en marcha para reducir de forma razonable la probabilidad de que en su seno aparezcan problemas relacionados con los consumos de drogas (y alcohol)”.
Escuelas, clubes, organizaciones sociales, centros culturales, grupos de vecinos, iglesias, espacios para el deporte y la cultura en general, todos y cada uno formando un entramado social de cuidado y de oportunidades para construir proyectos de vida significativos. Por ello, para que nadie quede afuera, la inclusión es el objetivo al que apuntan todas las acciones preventivas y, a su vez, es el recurso y la herramienta preventiva fundamental.
La escuela es un ambiente preventivo cada vez que se compromete en la tarea diaria de enseñar a vincularse y a relacionarse afectivamente con otros en lazos cooperativos; de promover saberes, valores y hábitos para una vida saludable; de propiciar el cuidado de sí, de los otros y del ambiente; de facilitar la expresión de sentimientos, emociones, ideas y opiniones; de dar la oportunidad de ser protagonistas y creadores; de permitir que fantasías, deseos y miedos, encuentren un medio para ser compartidos y elaborados; favorecer la integración a la cultura y sus normas; de conocer, respetar e incorporar a su proyecto educativo las culturas, las lenguas, las creencias y valores que traen consigo las familias de los niños, niñas y adolescentes, dándoles voz y valor; de significar el mundo y sus múltiples modos de habitarlo.
Prevenir los consumos problemáticos en la infancia y la adolescencia es ayudar a dar sentido al mundo; apreciar a los estudiantes como seres autónomos y valiosos; habilitar el juego para poder crear otras realidades; ofrecer un tiempo y un sostén ante situaciones de malestar; dar lugar al conflicto y a la incertidumbre como posibilitadores de crecimiento; proponer la demora, la idea de un después, de un proceso, de una espera, posponiendo la satisfacción y tolerando la frustración; valorar los procesos y no sólo los resultados; promover prácticas solidarias y lazos comunitarios desde la construcción de proyectos compartidos; pasar de la diversión como única afectación posible a la diversidad de estados por los que se puede atravesar; construir rutinas, hábitos y repeticiones que hagan posible transitar experiencias ricas que puedan afectar y dejar huellas.
La vida de las personas adictas se suele definir por el caos continuo día tras día. La enfermedad supedita la cotidianeidad a la compulsión del consumo. La persona desatiende sus responsabilidades y se abandona a la dependencia.
Justamente, este es el primer desafío que se encuentra una persona con adicción cuando ingresa en un centro de desintoxicación: los límites. Si enseñamos a las personas a lidiar con ellos en su día a día, las probabilidades de que contraigan alguna adicción se reducen.
Aún queda mucho camino por recorrer para que la prevención de adicciones encuentre nuevos y mejores mecanismos para combatir la problemática del consumo. Desde nuestro lado, aportamos todo nuestro conocimiento y trayectoria para encontrar soluciones más efectivas y tempranas. Si quieres asesorarte o necesitas ayuda, no dudes en comunicarte con nosotros.