En el mundo de las adicciones, hay mezclas que resultan especialmente dañinas para el organismo. Una de las más peligrosas —y a menudo subestimada— es la combinación de alcohol y diazepam, una sustancia legal de uso recreativo junto a un medicamento psicotrópico recetado para trastornos como la ansiedad o el insomnio.
Ambas sustancias, por separado, ya generan efectos potentes en el sistema nervioso central. Pero cuando se consumen juntas, sus riesgos se multiplican y pueden derivar en consecuencias graves e incluso letales. Comprender cómo actúan en el cuerpo, por qué generan dependencia y qué impacto tienen en la salud es clave para prevenir una adicción que muchas veces se disfraza de automedicación o relajación ocasional.
El diazepam es una benzodiacepina de acción prolongada que se utiliza habitualmente para tratar trastornos de ansiedad, insomnio, espasmos musculares o incluso síntomas de abstinencia de alcohol. Su efecto ansiolítico y sedante actúa directamente sobre el sistema nervioso, generando una sensación de calma, relajación muscular y somnolencia.
Aunque es un fármaco eficaz, su uso prolongado —o fuera de supervisión médica— puede generar tolerancia, dependencia física y deterioro cognitivo. Incluso en dosis terapéuticas, hay personas que desarrollan una adicción difícil de revertir si no se acompaña con tratamiento especializado.
El alcohol es una de las sustancias más consumidas en el mundo, aceptada socialmente y de fácil acceso. Sin embargo, también es una de las drogas con mayor impacto a largo plazo sobre la salud física y mental.
Su consumo excesivo daña órganos vitales como el hígado, el corazón y el cerebro, altera la percepción, el juicio y el estado emocional, y favorece el desarrollo de trastornos mentales como la depresión y la ansiedad. Además, el alcohol es un depresor del sistema nervioso central, lo que significa que enlentece las funciones cerebrales y físicas, generando somnolencia, descoordinación y pérdida de reflejos.
La interacción entre estas dos sustancias potencia peligrosamente sus efectos sedantes. Al actuar sobre los mismos neurotransmisores (particularmente el GABA), se produce una intensificación del efecto depresor sobre el sistema nervioso central. Esto puede llevar a:
Otra gran preocupación es que el uso combinado de alcohol y diazepam puede generar una dependencia cruzada. Esto significa que el cuerpo se habitúa a la presencia de ambas sustancias y, al intentar reducir el consumo de una, puede aparecer un aumento del deseo por la otra.
Este fenómeno suele pasar desapercibido, ya que muchas personas que usan diazepam lo hacen con receta, sin advertir que mezclarlo con alcohol agrava la tolerancia y fortalece el ciclo adictivo. En algunos casos, incluso, se inicia como una automedicación para “bajar la ansiedad” o “dormir mejor”, pero con el tiempo la persona se vuelve incapaz de relajarse o dormir sin estas sustancias.
El consumo sostenido de alcohol y diazepam no solo afecta el sistema nervioso. También puede causar:
La recuperación es posible, pero requiere un abordaje integral y profesional. Algunas estrategias clave incluyen:
Combinar alcohol y diazepam es una decisión que puede poner en riesgo la vida. Lo que comienza como una búsqueda de calma o un intento de escapar del malestar emocional, puede transformarse en una dependencia difícil de gestionar sin ayuda. Si vos o alguien cercano está atravesando una situación de consumo problemático, recordá que no están solos. Buscar acompañamiento profesional es el primer paso hacia una vida más saludable y libre.