La capital de España es, en plena pandemia, un oasis para la fiesta. Solo en los 11 fines de semana de 2021, la Policía Municipal ha desmantelado 3.761 en viviendas y locales en los que no se cumplían las restricciones, según fuentes del área de Seguridad y Emergencias del Consistorio, pero las autoridades saben que esa cifra es solo la punta del iceberg. Madrid no es la única ciudad española donde abundan las fiestas ilegales.
En Valencia, entre el 2 y el 20 de marzo, periodo tradicionalmente vacacional por las Fallas, se impusieron 214 sanciones por ruido en viviendas. En Barcelona, la Guardia Urbana considera “anecdóticas” las intervenciones en fiestas privadas. En noviembre, ante el incremento de reuniones en la calle se creó una unidad específica que desde entonces ha impuesto 1.709 denuncias por vulneración de las ordenanzas municipales, la mayoría de las cuales tenían que ver con la práctica del botellón. La diferencia entre estas ciudades y Madrid es que en la capital los bares y restaurantes permanecen abiertos hasta las 23.00, coincidiendo con el toque de queda capitalino, mientras que en Barcelona o Valencia, la hostelería cierra entre las cinco y las seis de la tarde y el toque de queda comienza a las 22.00. Es decir, las calles de Madrid, con prohibiciones más laxas, se convierten cada noche, sobre todo los fines de semana, en refugio para extranjeros.
Pero no sólo en España los jóvenes están descontrolados,Charlotte Moser, directora adjunta del Vaccine Education Centre del Children´s Hospital of Philadelphia ,aborda el tema de las fiestas para contagiarse de enfermedades inmunoprevenibles, y más concretamente, el de las fiestas COVID-19 en un artículo publicado en Medscape Infectious Diseases.
Esas fiestas tienen precedentes históricos en las del sarampión y la varicela y, por tanto, la preguntas que surgirían serían:
¿Por qué debería la población resistirse a la tentación de exponerse, intencionadamente, ellos o sus hijos a la COVID-19?,
¿Cómo deberían responder los sanitarios a los pacientes y a las familias que plantean esta pregunta?
Las respuestas se pueden agrupar en dos grandes apartados.
A pesar de las más de 117.000 muertes en los Estados Unidos en unos pocos meses, los datos disponibles sugieren que alrededor del 80% de los infectados no llegan a padecer una enfermedad grave. Ello quiere decir que cuatro de cada cinco expuestos intencionadamente al virus no tendrán consecuencias graves, aunque este razonamiento no tiene en cuenta algunos riesgos importantes para él y para las personas que le rodean.
Los que abogan por la exposición intencionada aportan dos razonamientos: la inevitabilidad de la infección y la necesidad de volver a la normalidad. Ambas están sometidas a unas consideraciones.
El argumento de la inevitabilidad descansa en una falacia lógica conocida como la generalización precipitada o la “estadística de los números pequeños”, que no tiene en cuenta todas las evidencias disponibles.
A día de hoy todavía existen muchas preguntas relativas a la inmunidad post-padecimiento que aún no tienen respuesta, incluyendo si ésta protege frente a una reinfección y, si es así, hasta cuándo. También se desconoce la duración de los anticuerpos y la correlación entre su concentración y la protección clínica. Más aún, todavía no se conoce el papel de los anticuerpos en la resolución de la enfermedad o en la capacidad de diseminación del virus. En definitiva, la exposición intencional puede que no genere inmunidad a largo plazo o que no proteja frente a la reinfección.
La capital de España por ejemplo es un oasis para la fiesta. Solo en los 11 fines de semana de 2021, la Policía Municipal ha desmantelado 3.761 en viviendas y locales en los que no se cumplían las restricciones, según fuentes del área de Seguridad y Emergencias del Consistorio, pero las autoridades saben que esa cifra es solo la punta del iceberg. Madrid no es la única ciudad española donde abundan las fiestas ilegales.
En Valencia, entre el 2 y el 20 de marzo, periodo tradicionalmente vacacional por las Fallas, se impusieron 214 sanciones por ruido en viviendas. En Barcelona, la Guardia Urbana considera “anecdóticas” las intervenciones en fiestas privadas. En noviembre, ante el incremento de reuniones en la calle se creó una unidad específica que desde entonces ha impuesto 1.709 denuncias por vulneración de las ordenanzas municipales, la mayoría de las cuales tenían que ver con la práctica del botellón. La diferencia entre estas ciudades y Madrid es que en la capital los bares y restaurantes permanecen abiertos hasta las 23.00, coincidiendo con el toque de queda capitalino, mientras que en Barcelona o Valencia, la hostelería cierra entre las cinco y las seis de la tarde y el toque de queda comienza a las 22.00. Es decir, las calles de Madrid, con prohibiciones más laxas, se convierten cada noche, sobre todo los fines de semana, en refugio para extranjeros.
Por otro lado, las discotecas son un lugar ideal para que un virus como el Covid-19 se expanda. Por eso, estos negocios serán de los últimos en recuperar la normalidad después del confinamiento. Hasta que no haya una vacuna, salir de fiesta no volverá a ser lo que era. Aunque los más jóvenes llevan semanas acumulando las ganas de pasar una noche de juerga, las perspectivas económicas, el miedo al contagio y las restricciones que vengan del Ministerio de Sanidad dibujan un panorama poco halagüeño para sector del ocio nocturno.
La patronal catalana de ocio nocturno, el gremio de hostelería y el Ayuntamiento de Sitges (Barcelona) trabajan en una prueba piloto «única en Europa» que tiene como objetivo la reapertura de estos locales gracias a un sistema de test similar al que se recurrió para el concierto de Love of Lesbian que hace dos fines de semana reunió a 5.000 personas en el Palau Sant Jordi. El proyecto ya ha sido presentado al Departamento de Salud de la Generalitat, que deberá dar su visto bueno para su desarrollo en fechas próximas.
El ensayo se llevaría a cabo en horario nocturno, dentro de la franja del toque de queda, con más de cuatrocientas personas en cinco locales distintos de la calle conocida popularmente como calle del Pecat. Las personas que deseen disfrutar de un rato de ocio en estos bares de copas deberán dar negativo previamente en una prueba de antígenos.
Tras un primer experimento realizado en el Teatro Apolo de Barcelona el 12 de diciembre y en el concierto masivo en el Palau Sant Jordi, los hosteleros piden ahora desarrollar este nuevo plan «a nivel real, con población en situación de normalidad y en la calle», para demostrar que, con las medidas adecuadas, los locales de ocio nocturno también son seguros. Lo contrario, sostiene el secretario general de la Federación Catalana de Locales de Ocio Nocturno, Fernando Martínez , está propiciando fiestas ilegales y macrobotellones.
Psicólogos especializados en evolución creen que bailar y moverse al son del ritmo “es una manera de comunicación y de unión entre los seres humanos desde los principios de la especie”. De ahí que bailar sea una de las maneras más divertidas de conseguir una conexión especial y crear lazos de unión con nuestro entorno.
“Esta fuerza de cada individuo es un elemento básico que existe dentro de cualquier religión”, explica Paul Carls, investigador de la Universidad de Montreal especializado en el trabajo del sociólogo Durkheim. En las fiestas, las personas entran en un entorno ideal, nuevo y llegan a sentir que están en contacto con una energía que no viven en otros ámbitos. Tienen un grado muy alto de excitación emocional colectiva.
Hay un aspecto comunicativo muy fuerte pero también una cuestión primordial: la de seguir un instinto e impulsarte con él. La música es, sin duda alguna, un medio para sincronizarse los unos con los otros, y en ese entorno, no hay barreras.
La efervescencia colectiva que es la fiesta crea un enlace de energía que transforma la vivencia en una especie de adicción”
Èmile Durkheim Sociólogo
Ana Ces
Coordinadora de Programas de Fundació Fòrum