La adicción y la dependencia a la droga destruye la vida del adicto, a causa de esto puede hacer que la convivencia y la dinámica del hogar se vea fuertemente modificada.
Cuando descubre que alguien de sus seres queridos es adicto a la droga, se produce un primer impacto, al principio no puede creerlo y todo seguido se produce un sentimiento de tristeza, desesperación y preocupación.
Lo que hace, que muchos familiares prefieran negar el problema o si se produce una aceptación, deciden mantenerlo en secreto.
Completamente comprendemos cómo se sienten, ya que se producen grandes choques donde los familiares se ven muy afectados, ya que no se logra entender, el dónde quedo ese o esa niña o niño bueno, esa buena pareja, ese buen padre/madre.… de un día para otro.
Y es con esto, que nos queremos reafirmar en que no solo la droga hunde a la persona adicta, si no que a todo su entorno y familia le provoca un enorme sufrimiento y todos juntos se van hundiendo con esta.
El cerebro de las personas a causa de la droga se ve afectado en los pensamientos, emociones y comportamientos de la gente, y los adictos se ven envueltos en un círculo vicioso de droga en el que solo dan vueltas sin percibir una salida, donde con no poca frecuencia roban dinero, entran en negocios ilegales únicamente para conseguir dinero, que les ofrecerá breves “momentos de gloria” pero a su vez muchas consecuencias negativas.
Comúnmente identificamos que el adicto suele reaccionar con palabras como:
“Ha sido solo por probar, no volverá a ocurrir más”, pero debemos saber que estas palabras nunca se cumplen, ya que los adictos son conscientes del nivel de la adicción y tratan de engañarse a sí mismos lanzándose el mensaje de que todo está bajo su control y también a los demás. Estando cuanto más lejos de ello.
Esto hará que próximas veces que la persona consuma la familia se entere y esto dará paso a la decepción y la falta de confianza.
Podemos comparar la confianza con un espejo, una vez se rompe, ya no vuelve a ser lo mismo de antes, por eso los adictos vuelven a hacerlo, volviendo hacer daño a sus seres más queridos.
Es difícil poner palabras al sufrimiento, solo el familiar sabe y siente por todo lo que está pasando y probablemente estén sintiendo impotencia, pero a la vez tienen un enorme deseo de ayudar, pero todavía no saben cómo.
Por ello, se coincide con todos los especialistas, que los familiares necesitan su propia terapia, donde profesionales puedan ayudarles a afrontar la situación y considerar que mantenerlo en secreto no es la solución.
Alguno de los beneficios que aportan estas terapias es ayudar a deprenderse del sentimiento de culpa, no sentirse juzgados, no sentirse solos y hacer desaparecer pensamientos como que son los peores…
Muchas veces creemos que ofreciéndole a la persona todo lo que podamos estamos haciendo lo correcto, pero lo que realmente quiere el adicto es que no le falte comida, un techo, dinero y tener una vida cuanto más cómoda mejor, para seguir consumiendo.
Basta de seguir creyéndonos más mentiras, seguir dándole posibilidad de gasto, mirar hacia otro lado o poner buena cara cuando sigue haciendo lo incorrecto…
Hay que abordar el tema cuanto antes mejor, por medios de profesionales y siempre con firmeza y compromiso hacia uno mismo.
La ayuda siempre se tiene que poner encima de la mesa, pero es el adicto el que decide cogerla.
Le ayudaremos a que elija la posibilidad de recuperación, o si no, se deberá plasmar la idea de separación o ruptura de la relación o incluso la calle.
El límite está determinado por la propia problemática: El paso del tiempo y que el adicto siga consumiendo, falta de dinero, actuaciones de forma deshonestas, no cuidar de los hijos, hermanos, parejas… puede determinar el límite de lo que debemos hacer.
Pero los propios familiares son los que deben decidir cuándo parar, ya que sabemos que la capacidad de sufrimiento de las personas es muy grande.
Ahora bien hay que tener claro que se ha de ser firmes en donde decidimos poner límites, porque el momento en que dejemos sobrepasar estos, nuestra autoestima como acompañantes se vendrá abajo.
“Si mi conyugue está mal yo no voy a perder mi salud por él, voy a ayudarle en lo que pueda, pero no como él o ella quiera, le facilitare el acceso a las herramientas necesarias para que salga pero sabiendo que yo, no soy la persona que puede tratarla”
Ana Ces
Coordinadora de Programas de Fundació Fòrum